MERCADOMÚSICA
Article publicat a la revista EL CIERVO - núm. 768 - març-abril 2018
CLÁSICA
JORDI MALUQUER
Mercadomúsica
Aunque ya lo cité con otro motivo, uno de los conciertos que han dejado
nnernoria en mi vida fue el de Pierre
Hantai en la iglesia de Megêve (Francia), dentro del festival de Cordon,
colaborando con Marisa
Martins en un recital en el que Inter
pretaron la cantata Ariadna a Naxos 
de Franz Joseph Haydn. Un
respeto eterno a ambos. Pierre Hantai, gran claveccinista, me ha sorprendido
positivamente con unas declaraciones que recogió EcoDiario.es el 7 de agosto.
Hace un resumen de la decadencia Interpretativa ocasionada por la moda que
exponen editoras y medios de
comunicación. Se lanza a los intérpretes como un producto, incluso el Conservatorio
de París da clases de cómo vender sus .conciertos, Ser agraciado, cuidar el 
vestuario, los gestos, Cita que
"algunas
de las pianistas rivalizan cada
vez más por mostrar un poco más de sus cuerpos". También se agrede el
concepto de música antigua, que debe contemplarse como un valor cultural que
hay que transmitir, y en cambio se adultera con
interpretaciones que llegan a mezclar
géneros, ponen un poco de
percusión a Scarlatti, y a muchos intérpretes se les 
abren las puertas si rompen los
códigos
y se acercan a ja música pop o
al jazz. El
valor que daba Bach a la
improvisación en los momentos previstos ha derivado a que se interprete con
ritmo de jazz, "algo que se vende bien".
Yo percibo esos cambios en otros
órdenes ya consolidados. Los
grandes festivales populares se llenan de nombres que arrastran su fama del
pasado y que con frecuencia no muestran su mejor momento. El que paga
una entrada y no tiene una
experiencia de oyente asiduo necesita tener asegu
rada su inversión y se la venden
con los nonnbres famosos, Las grandes orquestas a veces van de gira con sus
titulares, pero con frecuencia hacen actuaciones esporádicas llenas de una
buena parte de músicos contratados para la ocasión.
Otro concepto es la frecuencia: si un
director y su orquesta habitual
tienen un repertorio medido, bien resuelto, pueden interpretarlo muchas veces
con eficiencia si consiguen evitar la rutina.





















Lo que no se entiende es que haya directores
que llegan a dirigir trescientos conciertos al año con distintas formaciones
con el delirio Insaciable de recibir aplausos y amasar fortunas. O que sean
directores titulares de tres orquestas en tres continentes en un sobreesfuerzo
de viajes y salas de espera en aeropuertos. Y tarnbién podríamos
preguntarnos sobre el repertorio
de las series populares: Cuántos Messias, Rêquiems de Mozart, Novenas, deben
darse al año, cuando hay miles de Obras excelsas raramente interpretadas! La
costumbre es tan fuerte que incluso las orquestas y coros que empiezan aspiran
a su mayoría de edad interpretándolas
también. Siempre lo mismo, y en
ópera
el 80 por ciento de las
programaciones
albergan los mismos cien
títulos. Es la cultura de lo repetido, en contraste con la época del Barroco en
que las
iglesias y las ciudades exigían siempre a sus
maestros música nueva. Y en las óperas, hasta entrado el siglo xx, igual, se
valoraba la novedad ya que siempre, aparte de nuevas melodías o situaciones dramáticas,
había siempre una alusión a algún hecho de actualidad.

En cuanto a la crítica musical, está
deslavazada, Entrar en la fe musical 
de los grandes compositores es difícil y
desde Napoleón —"la música es el
menos desagradable de los
ruidos"— los políticos, que no pueden centrarse en
un concierto para seguir un hilo
diferente al de sus preocupaciones, parecen compartirlo, concepto que también
ha
alcanzado a los directores de
periódicos. Lo que a ellos no les interesa suponen que no debe interesar a
nadie. No ayuda tampoco que los organizadores de eventos prefieran una información
previa, que les ayuda a vender más, que una crítica posterior de la que puede
venir algún palo, y por ello se va suprimiendo de manera alarmante, mientras
se da amplia cobertura a
espectáculos más banales, La prensa de
papel sigue descendiendo, con el temor que resistan pocos diarios a no ser que
sobrevivan también los financiados por otros recursos que no sean la publicidad
y la venta. A nadie se le ocurre hacer autocrítica, Así como un aficionado al
fútbol devora prensa deportiva
para
contrastar sus opiniones con la
de los
expertos, a los miles de
aficionados que
llenan las salas de ópera o de
conciertos les encantaría que algún medio de comunicación les ofreciera
comentarios al día siguiente o, como era común, a los dos días: no dudo que los
fidelizaría. Cuando un lector no
encuentra
lo que busca, deja de consumirlo.
Y la
ópera y la música clásica mueven
canti
dades apreciables de
aficionados con un
supuesto nivel cultural.
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