diumenge, 28 d’agost del 2016

PER OLOV ENQUIST



OTRA VIDA
Per Olov Enquist
Traducció: Martín Lexell – Mònica Corral
Destino
Barcelona 2015
 573 pàgines



divendres, 26 d’agost del 2016

VIOLACIONS A LES REFUGIADES

Mujeres y niñas son violadas como forma de pagar la entrada en europa

Publicat a:              http://despiertavivimosenunamentira.com 

 


 


Informe publicado por la ONU la semana pasada revela que las mujeres y los niños que llegan a Europa en la condición de refugiados habían sido violadas por los europeos como una forma de “pagar” por la documentación necesaria, o incluso el viaje en sí.

 

 


Las mujeres y niñas refugiadas y migrantes que se desplazan a través de Europa enfrentan graves riesgos de violencia sexual y de género, destacó un informe publicado por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
El ACNUR, el UNFPA y el WRC concluyeron que las mujeres son el grupo más vulnerable y que requieren medidas de seguridad adicionales.

El informe señala que muchas mujeres y niñas refugiadas y migrantes ya habían sido expuestas a diversas formas de violencia sexual y de género. Muchas refugiadas reportaron ser víctimas de violación por los europeos a cambio de refugio.

Algunas mujeres entrevistadas dijeron que habían sido forzadas a tener sexo como moneda de cambio para “pagar” por la documentación necesaria para viajar o incluso el viaje en sí. En algunos casos, las mujeres y las niñas eran tan reacias a posponer su salida y la de sus familias que se negaron a denunciar los delitos de violencia de género y sexual, o incluso a buscar atención médica.
Muchas mujeres y niñas que viajan por su cuenta están totalmente expuestas, no pueden contar con su familia o comunidad para protegerse“, dijo Vincent Cochetel, director de la oficina del ACNUR para Europa. “Incluso aquellos que viajan con la familia son vulnerables al abuso. A menudo no denuncian los delitos y, por tanto, no reciben la atención que necesitan. Algunas mujeres cuentan que han llegado a casarse por la desesperación“.

Este informe conjunto fue el primer producto de una serie de proyectos y estudios que agencias están haciendo para que podamos evaluar con precisión los problemas y recomendar acciones asertivas para abordar estas cuestiones.

El informe señaló que “las mujeres solteras que viajan solas o con niños, mujeres embarazadas y lactantes, adolescentes, niños no acompañados, (que en algunos casos están con sus bebés recién nacidos), las personas con necesidades especiales y las personas mayores están particularmente en riesgo y requieren una respuesta coordinada y eficaz de protección “.

Debido a las condiciones severas del invierno este mes, menos personas han arriesgado sus vidas en viajes por mar para tratar de llegar a Europa en comparación con los meses anteriores. Sin embargo, un promedio de 2.000 personas llegan cada día y las estadísticas muestran que un porcentaje cada vez mayor son mujeres y niños.

Hasta el 15 de enero de 2016 el 55% de los que vinieron eran mujeres y niños. En junio 2015 eran sólo el 27%.

La respuesta humanitaria en las rutas del Mediterráneo oriental y los Balcanes occidentales ha dado prioridad a la prevención de la violencia sexual y de género en todas las actividades realizadas. La capacidad de prevenir, identificar y responder de manera adecuada, sin embargo, depende en gran medida de los Estados y las agencias de la Unión Europea a asumir sus responsabilidades coherentes y tomar las medidas adecuadas.

Debido a las instalaciones de recepción en Europa no se han hecho para prevenir o responder a la violencia de género, las mujeres y los niños no están recibiendo la protección que necesitan y merecen“, dijo Sarah Costa, directora ejecutiva de la Comisión de Mujeres Refugiadas. “Debemos comprometernos con las intervenciones que sabemos que van a ayudar, incluyendo la contratación de especialistas en violencia de género y sexuales a lo largo de la ruta.

La misión conjunta encontró que la respuesta actual de los gobiernos, las organizaciones humanitarias, instituciones y organismos de la Unión Europea y la sociedad civil son insuficientes y no logran prevenir y responder con eficacia al peligro, la explotación y las múltiples formas de violencia de género que las mujeres y las niñas están enfrentando por toda Europa.

A modo de ejemplo, a pesar de los intentos del ACNUR y sus socios para garantizar el bienestar a través de centros de acogida dirigidos por género, muchos carecen de privacidad, el acceso seguro al agua, saneamiento adecuado, los centros de salud y zonas de descanso para mujeres y niños exponiéndolos a un riesgo potencial de violencia sexual y de género.

El informe destacó algunas recomendaciones clave para los gobiernos y los organismos de la Unión Europea:
  • Establecer un sistema de respuesta coordinada para la protección de las mujeres y las niñas dentro y fuera de las fronteras;
  • Reconocer los riesgos de protección, capacitar a los empleados y crear procedimientos específicos para prevenir, identificar y responder a la violencia sexual y de género;
  • Asegurar que las respuestas a la violencia sexual y de género no causan a las mujeres a dejar de denunciar los hechos, o de acceder a estos servicios; y
  • Proporcionar los medios legales para la protección, especialmente para las mujeres, los niños y los sobrevivientes de la violencia sexual y de género, incluida la reunificación familiar y la priorización de reubicación y reasentamiento de los refugiados con necesidades especiales.

dijous, 25 d’agost del 2016

EL BURQUINI: LA TRAICIÓN


Autor: YLIA TOPPER . Estambul

Publicat a El Confidencial

(és una mica llarg però val molt la pena)



Corría el año 1995 y en Argelia, los islamistas empezaban a pegar tiros en la calle a mujeres que se resistían a la consigna de llevar velo. Me lo contó Fayza en un bar de Cádiz. Ella, periodista argelina, había tenido que huir a España ante las amenazas. Se dio cuenta de que no tenía futuro en su patria el día que entró en la redacción y, como de costumbre, quiso dar un abrazo a un colega. Cuando el hombre la rechazó y no le quiso ni dar la mano porque “tocar a una mujer es impuro”, Fayza sabía que Argelia había dejado de ser su país.

Siempre nos quedará París, pensó Fayza, pero se equivocó. En aquellos días, Francia estaba revuelta porque había tribunales que empezaban a prohibir a las alumnas el uso del velo en los colegios. El mismo velo que imponían a punta de pistola los islamistas que tenían amenazada de muerte a Fayza. Ese mismo modelo, estandarizado de Marruecos a Malasia, que es necesario para ocultar “los encantos de la mujer” y evitar así que ella, en la esfera pública, provoque pensamientos impuros en los hombres.

Ese símbolo del fundamentalismo religioso, que en Argelia muchas mujeres se veían obligadas a colocarse por primera vez en su vida para poder salir a la calle y volver vivas a casa, de repente era en Francia una muestra de “multiculturalidad” y de “libertad de vestir”. O eso decían los movimientos feministas, aplaudiendo a quienes intentaban llevarlo. A Fayza le dolió. “Me he sentido traicionada”, me dijo.

Han pasado 20 años pero la traición se sigue cometiendo. Lejos de ser una moda momentánea -también de eso se quiso disfrazar el hiyab en los años noventa-, el velo islamista se ha hecho con el poder. En las calles de Argelia, Egipto, Palestina, el norte de Marruecos, y sobre todo en el discurso: Europa cree ahora, a pies juntillas, que “las musulmanas llevan velo” porque “es su cultura”.

Es una mentira de tal envergadura que solo cabe compararla a la extensión de los yacimientos petrolíferos de Arabia Saudí o la profundidad de sus arcas públicas.
El debate tras la prohibición del burkini en algunas playas de Francia ha revelado la dimensión del colaboracionismo europeo con la expansión de la mortífera ideología wahabí. En su afán de “dar voz al colectivo afectado”, la prensa española publica artículos en los que salen a posicionarse... mujeres españolas conversas, como Laure Quiroga o Amanda Figueras, apoyadas por personajes como Brigitte Vasallo que sin declararse musulmanas defienden a ultranza el hiyab como “libertad de vestir”. Beneficiándose del secuestro del término “feminismo”, al definir el “feminismo islámico” como una postura que da a la mujer plena libertad de someterse a la doctrina religiosa elaborada por teólogos para proteger al varón contra la perniciosa influencia de la fémina.

Porque eso, y no otra cosa, es la justificación teológica del dogma del velo, el niqab y el burkini en el islam fundamentalista que hoy se ha hecho con el poder: evitar al hombre en el espacio público el mal trago de ver la piel o, Dios no lo quiera, el pelo de una mujer. Si lo atisbara, afirma la doctrina, podría tener pensamientos impuros e incluso verse incitado a asaltarla y violarla. Para proteger la sociedad contra tales desmanes que forman parte de la naturaleza del varón, deben ocultarse “los encantos” de la mujer: hiyab para las normales, niqab -tapando todo salvo los ojos- para las especialmente guapas (esto no es una broma mía: es la doctrina oficial).

Es curioso el argumento final de las islamistas mencionadas cuando se llega a este punto: se declaran “hartas de que un hombre opine sobre cómo visten las mujeres”. Una frase que revela la ideología que comparten con el burkini: el derecho a la palabra se da en función del sexo de las personas. Argumentar entre iguales sobre qué ocurre con la sociedad, debatir posturas políticas, eso ha quedado desfasado. Ahora se trata de segregar la humanidad en dos mitades, hombres y mujeres, que no deben tener opinión respecto a lo que haga el otro sexo. Encaja perfectamente con la ideología que, basándose en Biblia y Corán, niega a las mujeres el derecho al voto, porque la política es cosa de hombres.

Pero extrañamente, esa “hartura” de que “un hombre opine sobre cómo visten las mujeres” solo se aplica a quienes estén en contra del velo. Porque de la opinión de miles de teólogos, todos ellos hombres, que a lo largo de los siglos han elaborado la doctrina de la sexualidad del pelo de una mujer, de esa opinión no están hartas en absoluto. Que ni siquiera podrían imaginar qué es un 'hiyab' -no lo explica el Corán- sin esa opinión detallada de hombres barbudos sobre lo pernicioso que es su cuerpo, de eso se olvidan.

Se olvidan también de explicar que es esa ideología la que ha llevado a una australiana en 2004 a patentar la marca 'burkini' para “las mujeres deportistas y púdicas” y que la prenda es solo una expresión de ese “pudor” que consiste en no tocar a un hombre, salvo el marido o hermano, en no quedarse a solas con un hombre en una habitación “porque Satán es el tercero”. Con tal de camuflar la existencia de la inhumana ideología wahabí, todo vale, incluso proferir brillanteces como esta, dedicada al burka: “Pensar que esta prenda es patriarcal y que las mujeres no tienen manera de redomarla es una mirada totalmente colonial”. Palabra de Vasallo.

Colonial. Esa es la palabra. Las conversas españolas y sus aliadas tachan de “coloniales” a las feministas marroquíes, argelinas, tunecinas, egipcias, sirias o turcas que llevan décadas denunciando la expansión del islamismo radical. En sus intervenciones públicas no solo las silencian: las agreden y condenan cuando a alguien se le ocurre mencionarlas. “Me parece que el chico no se ha enterado que Wasila Tamzaly es atea y que no sé qué pinta opinando sobre islam o los musulmanes” se queja la conversa Quiroga tras descubrir el nombre de la feminista argelina Wassyla Tamzali, de 74 años, cerca al suyo en un reportaje. “Tampoco creo que nos vayamos a morir esperando que la señora colonial nos regale su sello de garantía feminista”.

Llamar “señora colonial” a una abogada argelina que ya como estudiante militaba en las filas del independentismo y que ha dedicado toda su vida a construir una Argelia con más derechos para sus ciudadanas, jugándose la vida, expresa esa inversión de la realidad: quien no apoye la doctrina wahabí respecto a la bondad de exhibir la marca de “identidad musulmana” que constituye el hiyab o niqab, solo puede ser “un macho blanco colonialista”. Cuando casualmente es una mujer magrebí, se le ha de llamar colonialista de todas formas.

Porque en nombre de “las musulmanas” solo pueden hablar las islamistas, aseveran las conversas, no una persona nacida como musulmana en un país que obliga a todos sus ciudadanos a ser musulmanes de por vida, y de cumplir con una legislación fundamentada sobre la teología musulmana. No no: ellas no deben opinar de la ideología que determina cada día la rutina de su vida, bajo amenaza y coacción.

Sorprende la soltura con la que manejan las conversas la maza de la “islamofobia” para quien denuncie la imposición de la ideología inhumana wahabí. Islamofobia es lo que practican ellas: acallar y denigrar a las mujeres nacidas musulmanas en un país musulmán, feministas que creen en la igualdad sin adjetivos religiosos, simplemente la igualdad. Mujeres como Wassyla Tamzali (“El burka es el grado máximo de la deshumanización de la mujer, que empieza con el velo”) Nawal Saadawi (“Religión y feminismo son antagónicos. Hay profesoras que se ponen el velo porque tienen la mente velada”), Soumaya Naamane Guessous (“Lo que me molesta es que hay una vinculación fanática a la religiosidad. Todo debe pasar por la religión”), Salwa Neimi (“Lo que vivimos es una deformación de nuestra propia cultura árabo-musulmana”), Aïcha Maghrabi (“Desgraciadamente, las niñas en la escuela son ya obligadas a usar el hijab”), Sukran Moral (“El velo es una puesta en escena para conquistar toda la sociedad a través del cuerpo de las mujeres. Es un juego sucio”). A ellas y a todas las mujeres marroquíes que agradecen el aire de libertad en España y observan con preocupación cómo la ideología wahabí está llevando a cada vez más inmigrantes a adoptar un traje prescrito por normas ultramontanas que nunca existió en su patria ni su tradición, que nunca han visto en sus abuelas.

“No es que las musulmanas sean sumisas: es que son lo bastante rebeldes como para retar con sus cuerpos al Estado racista”, es la última perla de Vasallo. Claro, retar a un Estado laico que tiene entre sus fundamentos la igualdad de mujeres y hombres. Eso sí. Nunca retar la autoridad de los Estados que destierran esa igualdad, nunca la de los teólogos que decretan obligatorio el velo, la segregación de mujeres y hombres. No, Dios no lo quiera. Qué 'cool' queda rebelarse contra el sistema que le otorga a una la libertad de rebelarse, en lugar de amenazarla con violencia, cárcel y muerte.

No siempre es sumisión: hay mujeres que enarbolan esta ideología por decisión propia y que llevan orgullosamente la bandera de la segregación sexual en nombre de la fe. Han elegido el bando de quienes imponen esa ideología en medio mundo, mediante pistola, ley, cárcel, porra y ácido. No son sumisas ni oprimidas. Son opresoras.

Sus víctimas, las mujeres que sufren esas leyes, ya las haga el Estado, ya la televisión por satélite a través de la mano larga de los matones del barrio, no tienen derecho a hablar. Ellas no interesan a las 'feministas' conversas. Hablamos de España, no nos metemos en lo que diga la ley o la sociedad en Marruecos, Egipto o Arabia Saudí. Por supuesto aceptamos encantadas una invitación a un seminario en Qatar, pero en cuanto salta el tema del velo, nosotras somos españolas y nos limitamos a pedir la libertad que garantiza nuestro país laico. Los demás, que hagan de su burka un sayo.

Algunas difunden tuits y memes con la “denuncia doble”: contra la imposición del velo y contra la prohibición del burkini. Para cubrirse las espaldas (además del pelo) y para equiparar el agravio contra unas pocas centenares de ultraislamistas en Francia con la opresión sistemática y a menudo mortífera de decenas de millones de mujeres. “Estamos hartas de que nos digan cómo vestir”, reza el eslogan. Hartas del laicismo, quieren decir.

Porque nunca he visto a estas “feministas islámicas” firmar una carta abierta a regímenes como el saudí, el qatarí o el iraní. Nunca las he visto montando una campaña de protesta contra la Universidad de Al Azhar por adoptar la doctrina de que toda musulmana debe llevar velo. Nunca las he visto colocarse con una pancarta en la puerta de las mezquitas españolas donde los imames predican a los hombres que, por Dios, deben velar a sus mujeres. No no, sería de colonialistas decir a los musulmanes de qué forma pueden o no pueden oprimir a sus mujeres.

Este discurso no solo oculta la realidad del colonialismo financiero e ideológico saudí, y su transformación radical de las sociedades musulmanas tradicionales. También cimenta la visión de la ultraderecha europea: la que proclama que hay dos “civilizaciones”, la “occidental” y la “musulmana”, que pueden y deben mantenerse diferenciadas con sus “marcas de identidad” propias. Respalda la idea de que vestir un burkini es algo “habitual” para una musulmana porque expresa su “natural sentido del pudor”, distinto al occidental.

La ultraderecha racista se basa en esta visión para exigir que “lo hagan en sus países”. La seudoizquierda abducida por la doctrina wahabí exige que lo puedan hacer “en nuestras playas” para mostrar así la “diversidad” de culturas. Ambas luchan, hombro con hombro, para erradicar la diversidad de las culturas magrebíes, norteafricanas, levantinas o anatolias a favor de una visión única: la musulmana lleva velo. Hiyab, niqab y burkini.

¿Significa todo esto que estoy a favor de la prohibición del burkini? Nunca he estado a favor de cambiar la sociedad mediante prohibiciones. Pero el debate sobre el burkini, tal y como se está llevando a cabo, es criminal, al intentar vendernos como “una prenda cualquiera” el símbolo de la máxima opresión sexista ideada por la humanidad. Sí, la máxima: a ninguna otra ideología que la wahabí de Arabia Saudí se le podría ocurrir dejar que se quemen vivas decenas de adolescentes en un colegio sólo para evitar la impureza de que las pueda ver sin velo un bombero hombre.

El niqab, el burka, el burkini son expresión de la segregación sexista teológica. Fingir otra cosa es ser cómplice de los criminales que prefieren dejar quemar a una mujer con tal de no tocarla.
Si el islamismo respaldado por las conversas y sus aliados, los racistas ultraderechistas, no se hubiera adueñado del discurso sobre la inmigración musulmana, no haría ninguna falta prohibir burkinis: todos seríamos conscientes de que se trata de un símbolo político de opresión, y como tal se podría respetar dentro de la libertad de expresión, como se tolera la imaginería neonazi o una web de propaganda norcoreana. No es la prohibición del burkini lo que Quiroga, Figueras o Vasallo combaten desde sus atalayas: es el discurso laico. Si ellas no silenciaran y combatieran el feminismo laico de los países musulmanes, ese feminismo también podría llegar a las inmigrantes en las playas de Francia.

Ésta es la traición. Hasta aquí hemos llegado. Las conversas expiden a la prensa española que las entrevista el certificado de “Libre de islamofobia”. Yo me quedo con Zineb El Rhazoui, amenazada de muerte por los ideólogos a los que siguen las conversas: “Al tomar partido por el ala fascista del islam, arrojas a sus fauces a los demás, a la mayoría silenciosa y a la minoría laica militante. La Historia no te lo agradecerá”. 

dilluns, 22 d’agost del 2016

GEORGE STEINER




PASIÓN INTACTA
George Steiner
Traducció:
Menchu Gutiérrez, Encarna Castejón
Siruela
Col.lecció Biblioteca de Ensayo
Madrid 2004
505 pàgines